Mascotas y autismo: Una Gran amistad

Mascotas y autismo: Una Gran amistad

La relación entre un niño del espectro autista (CEA) y una mascota puede ser una fuente de cariño, calma y gran conexión emocional. Muchos niños CEA encuentran en los animales un refugio, una compañía y una amistad sin prejuicios. Para que esta convivencia sea positiva para ambos, es necesario construir una relación basada en el respeto y una especial atención a las necesidades de cada uno.

¿Por qué una mascota puede ser beneficiosa para un niño con autismo?

Los animales pueden generar vínculos significativos con niños del espectro, ya que no imponen normas sociales complejas como sucede en la sociedad. Se comunican de forma más intuitiva a través del instinto y el lenguaje corporal, y por sobre todo, ofrecen compañía y afecto para los niños. Además, es mucho mas sencillo crear una rutina que funcione para los 2, y así evitar situaciones de estrés.

Además, en muchos casos, tener una mascota puede ayudar a fomentar habilidades como la empatía, el lenguaje, la regulación emocional y la responsabilidad.

Pero esto no siempre es automático ni fácil. Una buena convivencia depende de las características del niño, del tipo de animal, del entorno y, sobre todo, del acompañamiento adulto.

Sensibilidad sensorial y convivencia con animales

Los niños CEA pueden presentar:

Hipersensibilidad: rechazo o malestar ante ruidos (como ladridos o maullidos), olores fuertes, texturas del pelaje o movimientos bruscos del animal.

Hiposensibilidad: búsqueda excesiva de estimulación, como abrazar al animal con demasiada fuerza, tocar de forma insistente o no reconocer señales de incomodidad.

Ambos extremos pueden generar problemas si no se gestionan de forma adecuada. Es clave enseñar al niño a reconocer los límites del animal y también a expresar los suyos.

Claves para una convivencia segura entre niños CEA y mascotas

Elegir cuidadosamente el animal y su temperamento

No todos los animales son adecuados para todos los niños. Más allá de la especie, es importante observar el temperamento del animal: debe ser tolerante, paciente y no reactivo.

Ejemplo: no todos los perros o gatos son tranquilos por naturaleza. Un animal asustadizo o muy nervioso puede sentirse amenazado por los movimientos impredecibles o los sonidos fuertes del niño.

Preparar el entorno antes de presentar al animal

  • Crear espacios donde el animal pueda retirarse si se siente abrumado.
  • Evitar sobreestimulación sensorial (luces fuertes, gritos, ruidos).
  • Incluir elementos visuales para anticipar rutinas (por ejemplo, pictogramas que indiquen cuándo se da comida o cuándo se deja al animal descansar).

Enseñar al niño las señales del animal

Muchos conflictos se producen porque el niño no entiende que el animal se siente incómodo. Es por esto que es indispensable prestar atención y enseñarle al niño las señales simples en las acciones del animal como: 

  • Cola baja o rígida
  • Orejas hacia atrás
  • Alejarse o esconderse
  • Gruñidos suaves

Si el niño aprende estos patrones de conducta, les permite a él y a los padres anticipar y evitar interacciones no deseadas.

Acompañar siempre las interacciones al principio

La supervisión adulta es fundamental, especialmente en los primeros meses. No se trata sólo de “vigilar”, sino de modelar comportamientos apropiados: cómo tocar con suavidad, cuándo dejar al animal tranquilo, cómo jugar de forma segura.

Respetar al niño si no desea contacto con animales

No todos los niños CEA quieren tener una mascota, y eso también está bien. Algunos pueden sentirse sobrecargados o incómodos, y es importante no forzar el vínculo. La relación debe construirse desde la confianza, no desde la obligación.

¿Qué mascotas son más recomendables?

No hay una respuesta única, ya que todos los animales tienen personalidades diferentes, pero algunas opciones suelen ser más fáciles de manejar:

  • Perros que sean tranquilos y entrenados para convivir con niños
  • Gatos que sean dóciles y de carácter predecible
  • Peceras o tortugas, para observación sin contacto físico

La elección debe considerar las preferencias sensoriales del niño, su edad, su nivel de comprensión del entorno, y la capacidad de la familia para cuidar responsablemente al animal.

 

 

 

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