Autismo en la adultez: más allá de la infancia
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Cuando se habla de autismo, es común que las imágenes más difundidas incluyan a niños pequeños, piezas de rompecabezas y juguetes de colores. Sin embargo, esta representación incompleta ha contribuido a una idea errónea: que el autismo es una condición exclusivamente infantil. La realidad es que el espectro autista acompaña durante toda la vida, y los adultos también necesitan herramientas para regularse, expresarse y desenvolverse en el día a día.
El autismo no desaparece con la edad
Una persona autista adulta puede seguir experimentando lo mismo que experimentaba en su infancia: sobrecarga sensorial, dificultades para comunicarse verbalmente, crisis de ansiedad, necesidad de rutinas estructuradas o uso de objetos para autorregularse. La diferencia es que, en la adultez, estas necesidades suelen ser menos comprendidas y más juzgadas.
Muchos adultos autistas han aprendido a enmascarar o reprimir sus comportamientos para “encajar”, pero eso no significa que ya no los necesiten. De hecho, esa represión constante puede llevar a agotamiento, crisis emocionales o problemas de salud mental.
¿Qué son los apoyos sensoriales y para qué sirven?
Los apoyos sensoriales son herramientas, objetos o estrategias que ayudan a regular la sobrecarga o la desconexión sensorial. No se trata solo de “juguetes”, sino de elementos que permiten recuperar el equilibrio físico y emocional.
Algunos ejemplos útiles para adultos:
- Auriculares con cancelación de ruido
- Pulseras o anillos de estimulación táctil
- Luces suaves o regulables en el espacio de trabajo
- Cojines de peso o mantas pesadas
- Fidgets discretos como bolitas de metal, telas con textura o anillos giratorios
Estos elementos no son exclusivos de la infancia, y tampoco deben ser ridiculizados por ser “infantiles”. Son formas válidas de autocuidado para personas con un procesamiento sensorial diferente.
¿Por qué se sigue asociando a los niños?
El enfoque en la infancia puede deberse a varios factores:
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El diagnóstico aún suele darse mayoritariamente en la niñez (aunque muchos adultos se diagnostican de forma tardía).
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La educación y las terapias suelen estar centradas en los primeros años de vida.
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Socialmente, se tolera más la diferencia en niños que en adultos. A un niño se le permite usar una manta o un juguete sensorial; a un adulto, se le juzga por “extraño”.
Este adultocentrismo combinado con capacitismo invisibiliza una gran parte de la población autista que sigue necesitando apoyos sin culpa ni vergüenza.
Romper el estigma: autorregularse no es inmaduro
Usar un fidget, necesitar pausas, evitar multitudes o buscar espacios tranquilos no es una señal de debilidad, inmadurez ni falta de “adaptación”. Es simplemente una forma distinta de cuidar el propio bienestar.
La sociedad debe avanzar hacia una mirada neurodivergente e inclusiva también en la adultez, que reconozca las distintas formas de vivir, trabajar, comunicarse y sentir.
¿Qué se puede hacer?
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Normalizar el uso de apoyos sensoriales en la adultez: en universidades, trabajos, espacios públicos, sin juzgar ni infantilizar.
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Ofrecer alternativas discretas y funcionales para quienes no desean visibilizar su condición.
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Escuchar a adultos autistas y validar sus necesidades reales, sin imponer soluciones pensadas solo para niños.
- Incluir apoyos en políticas laborales, educativas y de salud mental que contemplen la etapa adulta del espectro.
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